ESTUDIOS DE LA BIBLIA PARA

GRUPOS PEQUEÑOS

III. UNA RAZÓN TRISTE Y POBRE:

 

«Porque sus obras son malas.»
Los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas.
La gente no viene a Cristo no porque no reconoce lo valioso que es el Evangelio y sus estándares, sino porque no quieren dejar de hacer lo malo.


Aman la maldad, la mentira, el engaño, la traición, la venganza, la inmoralidad sexual, las borracheras…etc. Pero todas estas cosas terminan en desilusión, vergüenza, confusión, porque nada de estas cosas pueden hacer del hombre un hombre feliz, solo la bendita y gloriosa Palabra de Dios.

 

Dice Pablo en Romanos 6:19-21:

“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad: así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la impureza y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Cuando erais esclavos del pecado, erais libres con respecto a la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte”.

 

El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para convencernos de pecado y para luego, por medio del arrepentimiento y la fe en Jesucristo, traernos vida y vida en abundancia.
Bajo el resplandor de la luz de Jesucristo es que el hombre confiesa su pecado y lo abandona, es allí donde debemos estar. Pero generalmente cuando no queremos cambiar, hacemos lo que dice el texto, rehusamos venir a Cristo para que nuestras obras no sean reprendidas.


“Pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto” (Juan 3:20).


La gente no aborrece a Cristo por otra razón, sino porque Cristo revela sus pecados y los reprende. Como le dijo Cristo a la mujer samaritana: “Ve, llama a tu marido, y ven acá”. La mujer dijo: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Juan 4:16-18).


Cristo es la cura para todos los males físicos y espirituales; y como aquella mujer samaritana encontró en Cristo nueva vida, tú y yo también en Cristo la podemos encontrar. El hombre puede tener: